miércoles, 14 de abril de 2010

EL MATRIMONIO EN LA BIBLIA

• Fuimos creados hombres y mujeres para que pudiéramos amarnos en pareja (Génesis 1, 27-28). Pero además, esta capacidad de amor y relación es, en su realidad misma, el signo que refleja que somos parecidos a Dios, o a Imagen de Dios, que es Amor(Gn. 1, 27; Mt., 19,4; Icor, 11,7, etc.).
• Gracias a este don que nos constituye y define, la pareja humana, más que cualquier otra pareja de creaturas, puede aspirar a la máxima aventura o vocación posible para un ser: no sólo encontrarse con otro para establecer amistad o recibir un servicio, sino para “ser pareja”, es decir, salir de sí mismo y entregar todo lo que se tiene de más íntimo, para formar una comunión de vida y amor, o matrimonio: “Por eso el hombre abandonará a su padre o a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Gn. 2, 24).
• Es claro entonces que el amor y la sexualidad son para los humanos “bendiciones” que nos libran de la soledad (“no es bueno que el hombre esté solo”, Gn 2, 18), y nos posibilitan encontrar en la persona de otro género a alguien a nuestro mismo nivel (“esta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne” Gn. 2,23).
• Gracias a ello, hombre y mujer pueden ser el uno para la otra el compañero o compañera de conquistas y logros, y sobre todo, la pareja con la cual podemos abrirnos al milagro de la procreación: “Y los bendijo Dios diciendo: ‘Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Gn 1, 28)

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