lunes, 31 de agosto de 2009

EL SACERDOCIO DE LOS PADRES

Deuteronomio 6:4-7, ofrece una guía. Dios con la finalidad de desarrollar un ministerio dentro de la esfera del hogar, ha ordenado a los padres de familia, con el objeto que funcionen como verdaderos sacerdotes. Así como el sumo sacerdote representa al pueblo delante de Dios y presenta a Dios las ofrendas del pueblo, trayendo bendiciones. Así mismo, los PADRES, COMO SACERDOTES, presentan a sus hijos delante del Señor y representan a Dios ante sus hijos.

1. Presentando a Dios ante sus hijos por medio del ejemplo
Deuteronomio 6:4,5 comienza dando instrucciones a los padres, describiendo la actitud que ellos mismos deben tener hacia Dios, ofreciéndose como ofrenda, como sacrifico vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1,2). De lo contrario, sin el amor fundamental hacia El, la enseñanza es vana y despreciable. Se debe partir del amor devoción que cada uno debe tener para con Dios, de otra manera será legalismo teniendo letra, solo conocimiento, pero no espíritu.
Por ello habrá que cultivar siempre una relación intima y profunda con el Señor, para ser buenos ejemplos (1a.Timoteo 1:5).


2. Presentando a Dios ante nuestros hijos por la Palabra
Deuteronomio 6:6,7; las instrucciones dadas en este pasaje no están enfocadas en algo provisorio de hoy para cumplirse mañana. No es una enseñanza informativa, tediosa y aburrida. Para un niño, escuchar la voz de Dios o aún tener la idea de Dios en su mente es algo inconcebible, por tal motivo, coloca al Padre como una imagen visible de Dios, para que le instruya en la palabra (con el espíritu de la letra, no sólo logos), con el ejemplo, y así una vez familiarizado, al salir del hogar, continúe escuchando la voz de Dios por guianza del Espíritu Santo (Proverbios 22:6).

3. Presentando a sus hijos ante Dios
a. Por medio de la oración (Hebreos 7:25)
b. Con fe, intercediendo por ellos (Hebreos 11:6)
c. Como autoridad delegada (1a. Corintios 11:3).
d. Ministrar, vida abundante, bendiciones y bienestar en todas sus áreas (del alma), gracia de Dios.

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